HANS MAGNUS ENZENSBERGER - EN EL LABERINTO DE LA INTELIGENCIA
Editorial: Anagrama
Año: 2009
Páginas: 75
En este breve ensayo –que de tan breve resulta casi escuálido- el pensador y poeta alemán Enzensberger arremete con displicencia contra el culto a la inteligencia auspiciado por una sociedad utilitarista hasta la náusea.
Arremete, como digo, con displicencia, sin demasiado entusiasmo, por no encontrar en el objeto de su crítica entidad suficiente que justifique la diatriba. No le importa que cada año, como señala burlón, se realicen más de cuatrocientos millones de test de inteligencia sólo en los Estados Unidos o que una masa de cretinos siga engrosando las listas de miembros de asociaciones de genios que más tarde, inadaptados y resentidos, acaban desempeñando tareas para las que no se requiere ninguna capacidad especial. Todo es una farsa, concluye Enzensberger, como la que aseguraba en los primeros tiempos de la religión de la inteligencia mensurable que los negros, los judíos y los habitantes de la Europa del este eran manifiestamente menos inteligentes que los autores de la teoría.
También cabían en este catálogo de ineptos intelectualmente los alcohólicos, las prostitutas y los pobres en general, por lo que Enzensberger, cargado de las razones que le dicta el sentido común, no encuentra muchas dificultades en descubrir el mecanismo de profecía autocumplida que esconde todo el entramado de la teoría de la inteligencia mensurable: simplificación, etnocentrismo, tendenciosidad y soberbia.
Pero, por encima de todo, insiste Enzensberger, la teoría no es más que una muestra de un reduccionismo chato, ridículo, que no ve en la extraordinariamente compleja realidad que nos conforma más que la vara con que se apresta a medirla.
Juan Miguel Ugartemendia
Leer Más
Año: 2009
Páginas: 75
En este breve ensayo –que de tan breve resulta casi escuálido- el pensador y poeta alemán Enzensberger arremete con displicencia contra el culto a la inteligencia auspiciado por una sociedad utilitarista hasta la náusea.
Arremete, como digo, con displicencia, sin demasiado entusiasmo, por no encontrar en el objeto de su crítica entidad suficiente que justifique la diatriba. No le importa que cada año, como señala burlón, se realicen más de cuatrocientos millones de test de inteligencia sólo en los Estados Unidos o que una masa de cretinos siga engrosando las listas de miembros de asociaciones de genios que más tarde, inadaptados y resentidos, acaban desempeñando tareas para las que no se requiere ninguna capacidad especial. Todo es una farsa, concluye Enzensberger, como la que aseguraba en los primeros tiempos de la religión de la inteligencia mensurable que los negros, los judíos y los habitantes de la Europa del este eran manifiestamente menos inteligentes que los autores de la teoría.
También cabían en este catálogo de ineptos intelectualmente los alcohólicos, las prostitutas y los pobres en general, por lo que Enzensberger, cargado de las razones que le dicta el sentido común, no encuentra muchas dificultades en descubrir el mecanismo de profecía autocumplida que esconde todo el entramado de la teoría de la inteligencia mensurable: simplificación, etnocentrismo, tendenciosidad y soberbia.
Pero, por encima de todo, insiste Enzensberger, la teoría no es más que una muestra de un reduccionismo chato, ridículo, que no ve en la extraordinariamente compleja realidad que nos conforma más que la vara con que se apresta a medirla.
Juan Miguel Ugartemendia